De aquellas cenizas, Tarimela

En los años 70, un gran incendió arrasó con Tarimela, una aldea con un asentamiento de chabolas donde residían una cincuentena de familias. Linganna era tan solo un chaval, pero lo recuerda perfectamente. No tenían donde vivir ni adónde ir. “Pensamos en abandonar el pueblo. Pero, entonces, llegó Vicente Ferrer y nos convenció para que nos quedáramos. Él mismo organizó los trabajos de reconstrucción”, explica.
Linganna recibía comida y un modesto sueldo a cambio de preparar el cemento y transportar ladrillos. Toda la comunidad se implicó en las obras y así fue como Tarimela se convirtió en el primer proyecto de viviendas de la Fundación Vicente Ferrer. "Trabajamos de sol a sol para construir casas que nos protegieran de cualquier peligro, como inundaciones e insectos", recuerda.
Aquello fue tan sólo el inicio. Pala en mano, Linganna y sus vecinos levantaron la primera escuela de la aldea, un edificio sencillo pero acogedor donde acabaron estudiando sus dos hijos y construyéndose un futuro mucho más esperanzador de lo que nunca imaginó.
La vivienda constituye la primera piedra hacia la dignidad. En el último año, 2.341 familias en situación de vulnerabilidad y de exclusión social han accedido a un nuevo hogar gracias al proyecto de viviendas de la Fundación Vicente Ferrer.

Texto: Eva Galindo Soriano | Foto: Cristòfol Oliver