Deberes antes de la puesta de sol

De estudiar entre tumbas a la luz de una farola: los múltiples retos de una alumna de nueve años para completar los trabajos de la escuela en una zona sin electricidad.
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Por las tardes, Niharika solía estudiar a contrarreloj. Sin luz en casa, la suya era una carrera diaria por acabar los deberes antes de que se pusiera el sol.

Los días que no lo conseguía se situaba en las inmediaciones de una calle principal, bajo una farola, hasta completarlos. Otros niños y niñas de su clase, también con los ejercicios a medias, a veces la acompañaban.

“Cuando anochecía, me daba miedo. Muchas veces, regresando a casa, escuchaba los gritos y los lamentos de la gente que iba al cementerio. Era mi mayor pesadilla”, dice.

Niharika vivía en Bodigadi Thota, un slum situado entre un cementerio, un crematorio y un vertedero en Nellore, en el sur de la India. Allí nació y se crió ella, como también Danashekhar, su padre.

Sin embargo, en aquel lugar, los sollozos de desconocidos en medio de la oscuridad eran el menor de sus problemas. “Siempre hay malos olores, contaminación, enfermedades… No se puede respirar. No es un sitio apropiado para estudiar, ni para nada”, cuenta Danashekhar.

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Cruzar el camposanto en mitad de la noche para estudiar entre rickshaws y transeúntes tampoco resultaba la opción más segura para Niharika. Con solo nueve años, un día decidió que lo mejor sería madrugar. Empecé a ir a la escuela a las cinco de la mañana, mucho antes de que empezaran las clases, para que la profesora no me regañara por no llevar hechos todos los deberes”, explica.

La determinación de Niharika va más allá de las tareas escolares. Para ella, la escuela no es únicamente un espacio de aprendizaje y socialización, es también un lugar donde respira salud y seguridad y, durante años, su único refugio.

No obstante, todo cambió hace tres meses. Niharika, sus padres y sus dos hermanos son una de las 251 familias que han accedido a una de las viviendas de la Fundación Vicente Ferrer.Nunca me imaginé la vida fuera de Bodigadi Thota”, añade Danashekhar, con voz entrecortada.

Tras años viviendo entre tumbas, hoy la familia dispone de un espacio seguro, salubre y digno donde vivir, estudiar y construir su futuro.

En el mundo, 222 millones de niños y niñas como Niharika necesitan apoyo educativo urgente, según la ONU. En zonas rurales, la falta de electricidad, las largas distancias hasta la escuela o la falta de recursos de las familias son causa directa de abandono escolar. La pandemia ha agravado la crisis educativa mundial que impacta especialmente a las niñas y las adolescentes de los países más empobrecidos.

Niharika y familia

Texto: Eva Galindo Soriano | Fotos: Vasu Kavapalle