El debut absoluto de Anusha Bareddy

En críquet, batear con fuerza cada pelota atacante es imprescindible para cambiar su trayectoria y sumar tantas carreras como sea posible. Esto es exactamente lo que ha aplicado Anusha Bareddy a su vida, lanzando lejos todas las críticas y los obstáculos que pretendían limitar su pasión por el deporte por ser mujer y de origen humilde. Con 20 años, acaba de conseguir su mayor run: debutar en la selección femenina de críquet de la India.
Su ascenso ha sido meteórico: tras estrenarse con la sub-23 y ganar la Copa de Asia en junio, la joven fue inmediatamente seleccionada para competir con la absoluta un mes después en Mirpur, Bangladesh. A 2.000 kilómetros de distancia, sus padres, Lakshmi Devi y Malli Bareddy, han seguido su gran debut por streaming desde Bandlapalli, su aldea natal. “Cuando han entregado la gorra del equipo nacional a Anusha, se me ha puesto la piel de gallina. Pero a medio partido hemos tenido que irnos a trabajar a la granja, es nuestra fuente de ingresos”, comenta su padre, empleado como jornalero.
Los campos que cultivan sus padres son los mismos donde Anusha trabajaba todos los veranos. Pero el día que su profesor de Educación Física del instituto descubrió sus habilidades, la joven cambió definitivamente la azada por el bate para convertirse en la primera jugadora de críquet de la Anantapur Sports Academy de la Fundación Vicente Ferrer. Su paso por la academia ha labrado el camino a muchas otras chicas en este deporte. “El programa de críquet para chicas empezó conmigo, no había ninguna otra jugadora. Dos años después, empezaron a llegar mis primeras compañeras y ahora tenemos todo un equipo. Ese es el cambio que hemos conseguido”, afirma satisfecha.
En tan solo dos meses ha viajado más kilómetros que en dos décadas. Anusha proviene de un pequeño pueblo de la India rural, donde se espera que una chica a su edad ya esté casada y formando una familia. Ha perdido la cuenta de las veces que, en los últimos siete años, la han reprendido por practicar deporte y entrenar con chicos. Pero se considera afortunada: en casa, la apoyaron desde el primer momento. “Mis padres siempre han ignorado las habladurías del pueblo. Me dan libertad y me motivan”, añade.
“Cuando llegué a la academia, mi familia tenía muchas deudas y apenas podíamos comprarnos ropa. ¿Cómo iba a pagarme una equipación de críquet? La Fundación me apoyó mucho y todavía lo hace”, cuenta la deportista. Acompañada de sus libros de texto tanto en entrenos como en desplazamientos, Anusha está a punto de graduarse en contabilidad informática. Jugar al críquet le ha permitido cursar estudios superiores, una opción que daba por imposible antes de entrar a la academia.
El deporte convierte el terreno de juego en un espacio seguro que fomenta el liderazgo y la participación de las mujeres de forma disruptiva a la vez que pacífica. Los valores, la inclusión y la igualdad que se aprenden dentro del campo acaban trascendiendo fuera de él, lo que supone una auténtica revolución social. “Al principio, los chicos me marcaban distancia y yo me sentía incómoda por jugar con ellos, pero ahora nos mezclamos todos, ya no tengo vergüenza y me siento con más confianza”, recuerda la joven.
Convertida en la zurda más famosa de Anantapur, Anusha Bareddy se ha catapultado como el icono de una nueva generación de chicas criquetistas que sueñan en llegar donde ella. Su éxito no es baladí: ha demostrado que, con 20 años, una mujer de origen humilde y zona rural puede seguir estudiando, construirse una carrera y lograr su independencia. Bolear la inseguridad es el primer paso. “A las chicas, les diría que el miedo es lo que nos impide crecer y mejorar. No podemos mostrar nuestro talento si nos movemos con miedo. Solo conseguiremos resultados si nos deslibramos de él”, agrega.

Texto: Eva Galindo Soriano | Entrevista y fotos: Katia Álvarez Charro