Marina Escarda, logopeda y voluntaria: “Una discapacidad auditiva no implica no poder comunicarse”

Marina Escarda es logopeda y voluntaria del Programa de Lengua Oral, un proyecto de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) en colaboración con la Fundación GAES Solidaria, con el objetivo de que niños y niñas con discapacidad auditiva moderada tengan acceso a atención médica, audífonos y terapias de logopedia para desarrollar la comunicación oral, además de aprender la lengua de signos. El programa en el que participa Marina se realiza en la Escuela Inclusiva de Primaria para niñas con discapacidad auditiva de Bukkaraya Samudram desde 2015.
¿Qué dificultades encuentran las personas con sordera en la India rural?
En la India, la mayoría de niños y niñas con discapacidad auditiva no reciben atención médica especializada desde el nacimiento, por lo que se convierten en personas mudas. Si utilizan audífonos antes de los tres años, hay casos en los que es posible desarrollar el lenguaje oral. La presión social y la falta de costumbre también constituyen una gran barrera. Por ejemplo, si el audífono llama visualmente la atención, genera rechazo. Por otro lado, hay que contar con las supersticiones, muy extendidas en la India rural. Hace poco el padre de una niña vino a terapia para contarnos, muy contento, que su hija iba a empezar a hablar en un mes porque el monje de un templo se lo había asegurado.
¿En qué consiste el programa de logopedia en el que estás realizando tu voluntariado?
El objetivo del Programa de Lengua Oral es proporcionar atención médica a niños y niñas que hayan nacido con discapacidad auditiva moderada y que tengan menos de 3 años reciban para diagnosticar si tienen restos auditivos. Si el diagnóstico es positivo, reciben audífonos o implantes cocleares y empiezan a asistir a terapias de logopedia. Los niños y niñas que participan en el programa pueden desarrollar el lenguaje oral, así como también la lengua de signos.
Dos logopedas, una audióloga y yo misma organizamos sesiones de logopedia diarias. En ellas, les enseñamos como reconocer, discriminar e identificar esos nuevos sonidos que reciben a través de los audífonos. Por ejemplo, saber cómo suena una puerta. El lenguaje es el segundo paso, es decir, identificar palabras y producirlas. Tratamos a niños y niñas con una edad biológica de entre 2 y 5 años pero con edades auditivas y lingüísticas de un año.
El programa también incluye una parte formativa para las logopedas locales, familiares y profesorado de la Escuela Inclusiva. El objetivo es que todos ellos sepan cómo comunicarse con las niñas, utilizando la lengua de signos pero también la comunicación oral con aquellas que llevan audífonos.
¿A qué problemas y retos se enfrentan los niños y niñas que asisten a esta terapia?
Su forma de comunicarse es la mayor dificultad, pero también la falta de afecto. El vínculo afectivo debería ser la base de la terapia. A través del juego, la cercanía, la alegría y las sonrisas, he visto cómo los niños y niñas aprenden mejor y son más felices. La alegría es la mejor forma de enseñanza. Estos niños y niñas necesitan divertirse, estar alegres y contentos para que la terapia funcione. Cuando la terapia se basa en el vínculo afectivo, se ven resultados.
Con respecto a los retos, destacaría el caso de las madres que viven en el colegio con sus hijos e hijas con discapacidad auditiva. Viven una situación muy complicada porque lo dejan todo, a su marido y a sus otros hijos e hijas, para luchar y enfrentarse a una sociedad rural que, normalmente, las culpa a ellas de la sordera de su bebé.
¿En qué aspectos puede mejorar la logopedia en las zonas rurales?
Algo que se necesita trabajar mucho es el vínculo entre terapeuta-niño. Hay que potenciar el juego, la sonrisa y el cariño como motor de cambio. Logopedas, profesorado, trabajadoras, madres y padres no están acostumbrados a recibir cariño y repiten esos patrones establecidos muy jerárquicos. Mi reto personal es que la terapia incluya el afecto y que las logopedas sean sensibles al comportamiento de la niña: que jueguen con ella, que le den cariño y abrazos.
El programa empezó con 12 niñas y actualmente hay 31 niños y niñas. Hay que seguir sensibilizando y educando para que las personas sean conscientes de que una discapacidad auditiva no implica no poder comunicarse.
Texto: Bárbara Delgado A.