Motomami rumbo a la igualdad

Nagalakshmi ajusta por primera vez el retrovisor y no puede evitar sonreír. En el reflejo, se encuentra con aquella niña que nunca aprendió a montar en bicicleta porque temía caerse. Hoy, veinte años después, esta joven de las afueras de Anantapur se ha convertido en una de las primeras mujeres conductoras de rickshaw, la pintoresca mototaxi que reina en las calles de la India.
Ha tenido que superar numerosos baches para llegar hasta aquí. Sin embargo, esta vez tenía bien claro que el miedo no se interpondría en su camino. Tampoco el qué dirán. “Un día, salí temprano a trabajar y una vecina me increpó. Me dijo que, si era viuda, no debía salir de casa”, recuerda.
En la India rural, las mujeres viudas son a menudo consideradas portadoras de mala suerte y nadie se las quiere cruzar, aunque esta situación está cambiando entre las nuevas generaciones. Con 30 años, Nagalakshmi se niega a vivir relegada al ostracismo y ha decidido que, a partir de ahora, será ella quien conduzca su propia vida.

“Hay días en los que miro atrás y me pongo triste. Me casaron a los 11 años con un hombre que ya había estado casado y yo era su quinta esposa”, cuenta. Recién casada, Nagalakshmi se trasladó a casa de su marido y suegros. “Tan solo era una niña. Recuerdo que un día estaba cocinando con aceite caliente y me quemé la mitad del cuerpo. Estuve tres años yendo al hospital a que me hicieran curas”, añade.
Nagalakshmi tenía dos bebés a cargo cuando enviudó. “No teníamos nada para comer y ninguno de mis parientes me apoyó”, asegura mientras coloca las manos sobre el manillar. Un tatuaje asoma por el antebrazo: son los nombres de su hijo e hija, Dhanujaya y Dhanalakshmi, ahora adolescentes. “Me gusta mucho que mi madre conduzca un 'rickshaw'. Las otras mujeres ven en mi madre una inspiración cuando la ven conducir”, confiesa Dhanalakshmi, de 14 años.
Apenas sabe escribir, pero tan solo tardó un mes en conseguir el permiso de conducir. Era la primera vez que volvía a las aulas desde que la obligaron a abandonar la escuela para casarse. De la infancia, Nagalakshmi recuerda los juegos en el recreo, como el kabaddi o el kho-kho (pilla-pilla), pero también la tristeza que sintió al saber que nunca más volvería a estudiar.

Hoy la joven madre se enorgullece de lograr que, con su rickshaw, la educación de sus hijos vaya sobre ruedas. “La gente del pueblo cotilleaba cuando salía de casa y no me creían cuando les decía que iba a un curso de conducción. Mi madre tampoco quería que fuera a las clases, pero la convencí. Ahora, gracias a mi 'rickshaw', puedo dar una educación superior y un futuro mejor a mis hijos. Ya no dependo de nadie”, cuenta, al tiempo que arranca el motor.
La independencia económica es otra de las grandes metas que ha alcanzado Nagalakshmi. Además de su ruta diaria entre Anantapur y Uppanesinapalli, su aldea, la mototaxi le ha permitido emprender y expandir su negocio. "Voy con el 'rickshaw' hasta Garladinne. Allí compro guayabas a 20 rupias y las revendo por 60, es un buen beneficio", dice sonriente.
Cargada con fruta, Nagalakshmi se dirige al encuentro mensual con sus amigas Aruna y Pullamma. Todas forman parte de la primera promoción de mujeres conductoras de rickshaw impartida por la Fundación Vicente Ferrer, el pasado mes de diciembre, dirigida al empoderamiento de 23 madres solas y en situación de vulnerabilidad. "No solo hemos aprendido a conducir, sino también qué hacer en casos de accidente o de acoso", puntualiza Aruna.

“He visto el cambio en estas mujeres. De creerse que nunca lo lograrían a conducir con total confianza”, añade satisfecho Rama Mohan, el profesor de conducción. Además de la normativa vial, la formación incluye clases de defensa personal, uso de aplicaciones móviles para taxis, conocimientos básicos de mecánica, primeros auxilios y sesiones de gestión emocional. Y añade: “Tuvimos que alargar la formación porque los lazos que se habían creado entre las mujeres eran tan fuertes que no querían volver a sus casas”.
Con sus rickshaws, Nagalakshmi y sus compañeras se han convertido en referentes en su comunidad y han conquistado un espacio público que se les negaba por ser mujeres y por ser viudas.

“Muchas personas me han felicitado por mi trabajo y me han dicho que soy muy valiente. Conducir no es solo cosa de hombres, también de mujeres. Es una buena oportunidad de empleo para nosotras”, afirma la joven motomami, retomando el viaje.
Por delante, todavía hay un largo camino por recorrer. La ONU calcula que, al ritmo actual, no se alcanzará la igualdad de género hasta dentro de 300 años. Nagalakshmi acelera. Sueña con un día poder llegar a ese destino y, por el camino, hacer una parada en el templo de Tirupati, donde quiere llevar a su hija e hijo para disfrutar de las primeras vacaciones en familia.
Texto: Eva Galindo Soriano | Imágenes y entrevista: Katia Álvarez Charro y Aina Valldaura Rivera | Edición de vídeo: Bárbara Mompó Salvador