Santiago Domingo: “Uno de cada cinco casos de cáncer de cuello uterino se diagnostica en la India”

• Ginecólogo oncológico, colabora desde hace 17 años con la Fundación formando a médicos en cirugía y patologías ginecológicas
Compartir:

Santiago Domingo (Valencia, 1967) es jefe de Oncología Ginecológica en el Hospital de la Fe de Valencia, miembro de la Junta de la Sociedad Española de Obstetricia y Ginecología, profesor en la Facultad de Medicina y dirige el programa de formación de la Sociedad Europea de Ginecología Oncológica. Apasionado de la cirugía y volcado en la mejora de calidad de vida de sus pacientes, también es un enamorado de la India. En unos de los viajes al país empezó su historia de compromiso y voluntariado con la Fundación, hace ya más de 17 años. Recientemente, la prestigiosa revista científica International Journal of Gynecological Cancer ha dado a conocer el proyecto sanitario de la FVF del que forma parte como cirujano y formador junto a ginecólogos locales como el doctor Balasubbaiah. Un trabajo imprescindible para mejorar la salud de las mujeres de la India rural.

¿Desde cuándo colaboras como médico voluntario en la Fundación Vicente Ferrer?
En el 2005 mi mentor y amigo el Dr. Gonzalo Lázaro me invitó a ir a India para ayudar a implantar en los Hospitales de Kalyandurg y Bathalapalli la cirugía mínimamente invasiva (endoscopia) en su actividad quirúrgica. Él fue de los primeros ginecólogos en comprometerse año tras año en la formación en cirugía ginecológica, primero a nuestro amigo el Dr. Balasubbaiah y posteriormente a otros ginecólogos. Su pasión y amistad con Vicente Ferrer tuvieron un imán conmigo, hasta tal punto que he intentado acudir todos los años a formar y fortalecer la cirugía benigna, la de suelo pélvico, la oncológica y la obstetricia en periodos de dos a cuatro semanas. Han sido semanas muy intensas que me han abierto los ojos en mil aspectos profesionales y, sobre todo, humanos. La amistad que se ha creado entre el Dr. Balasubbaiah y muchos otros doctores que colaboran en el departamento es tanta que nos consideramos como hermanos.

     ¿Qué incidencia tiene el cáncer cervical en las mujeres de la India rural?
Es una batalla terrible en la India. Uno de cada cinco casos diagnosticados de cáncer de cuello uterino en el mundo es en la India. Más de 100.000 casos al año en todo el país, una de cada cuatro muertes en mujeres en la India es debida a los tumores de cuello uterino. Son cifras que dan vértigo. Es frustrante explorar a las mujeres y ver que prácticamente todos son cánceres avanzados. Las características de la población, el mundo rural y los recursos sanitarios impiden un establecimiento eficaz de los programas de cribado. Las mujeres indias prefieren una histerectomía (extracción quirúrgica del útero) con cualquier excusa para evitar el cáncer de cuello. Eso no es prevención, es matar moscas a cañonazos. La India en breve será el país más poblado del mundo y el cáncer de cérvix es una asignatura pendiente.    

Según la publicación Lancet Oncology este tipo de cáncer se podría eliminar en la India para 2079. ¿Cuáles son los principales impedimentos allí para su prevención y detección? 
Hay varios impedimentos. Uno es cultural, ya no solo del mundo rural, también del urbano. Da la sensación que la sanidad para las mujeres en la India es un segundo plato, todos los que hemos ido allí lo hemos vivido. ¡Y hay tantos problemas de salud! Me acuerdo que un año valoré con Anna Ferrer la posibilidad de hacer un cribado de cáncer de cuello, y ella me abrió los ojos sobre la complejidad de la India rural llevándome a una aldea perdida. Hay prioridades incluso más importantes que un cribado de cáncer en población “sana”: la nutrición. Aquel día me quedó marcado para siempre. El problema de erradicar el cáncer de cuello es un problema institucional, nacional, que debe ser tomado por las autoridades del país y hacer un esfuerzo increíble con programas de vacunación del HPV (virus del papiloma humano). La India es uno de los mayores productores de vacunas del mundo. 

¿Hasta qué punto la pobreza y los tabús en torno a la salud reproductiva y sexual afectan en la incidencia de esta patología?
La cultura sexual y reproductiva es muy pobre en la India. La promiscuidad y prostitución encubierta existen, aunque no queramos verla. Matrimonios apalabrados, en muchas ocasiones de diferentes edades, abusos sexuales y violaciones son callados por vergüenza y por no estigmatizar a familias enteras. El estigma en la India es terrible, cierra muchas puertas, con tanta facilidad como para que una mujer sea repudiada. 

¿Cuál es tu labor como médico voluntario en la India?
Básicamente es formativa. Mi fuerte es la cirugía y a ello dedico mi mayor actividad. Siempre intentamos ir con algún compañero o compañera de España o del extranjero para optimizar nuestra actividad. Mi día a día allí es la formación de médicos jóvenes, residentes, con clases teóricas, asesoramiento de casos y, sobre todo, entrenamiento quirúrgico. La cirugía vaginal de problemas del suelo pélvico es atroz en la India, con gente malnutrida que precisa de recursos quirúrgicos y técnicas apropiadas. Las fístulas y desgarros posparto, aunque ya no son tan frecuentes, se intentan acumular para mis estancias, así como la patología oncológica. La cirugía por endoscopia interesa mucho a los médicos indios, enseñamos el procedimiento y la seguridad de la paciente. Además, hacemos formación para uno de los grandes problemas en la obstetricia: la hemorragia posparto, causa frecuente de muerte entre las mujeres jóvenes. Pero es difícil fidelizar a estos médicos en el departamento, pues su estancia es temporal. Este es uno de los grandes problemas en los hospitales de Kalyandurg y Bathalapalli de la Fundación.

¿Qué te aporta personalmente tu labor voluntaria?
La primera palabra que me surge es paz. Me aporta una paz y una felicidad difícil de expresar. ¡Vuelvo como si me hubiese bañado en el Río Ganges! El prisma con el que vemos la vida y la forma de ponderar las cosas en Occidente es ridícula desde el minuto uno en que pisas Anantapur. No tengo duda de que es un reinicio en lo personal, profesional y espiritual. Y es cuando me doy cuenta de lo afortunado que soy viviendo esta experiencia. 

¿Qué retos os planteáis en los próximos años?
Uno que es el mismo de siempre: conseguir fidelizar a los profesionales indios y españoles. Necesitamos hacer atractivo el recambio generacional, buscar el compromiso por las dos partes. Que el programa formativo y asistencial se perpetúe con calidad. Nadie es eterno, pero sí debe serlo la idea de Vicente Ferrer: tener una sanidad tan buena como en nuestro país. 

¿Te gustaría destacar algo más de la experiencia de voluntariado en Anantapur?
Hay muchos “anónimos” trabajando en este programa de mujeres: las enfermeras, celadores, pediatras o nuestro fantástico anestesista Ravi. La alegría que da verles trabajar, asomarte a la cantina a desayunar, sacar el trabajo todos los días con partes quirúrgicos a veces interminables… Todo ello es posible gracias al engranaje de grandes trabajadores y personas que dan lo mejor de sí para nuestras pacientes. La gente en el hospital, los recién nacidos con sus abuelas y el respeto que se respira hacen que quiera volver todos los años.